La obesidad como una problemática de salud pública y la función de la actividad física

Durante años, la obesidad fue considerada un problema de índole estético y, por lo tanto, no era percibida como una enfermedad. Pablo Pereira y Fernán Navarro, profesionales del ejercicio físico, analizan el paso histórico que tuvo esta problemática, hasta llegar a ser declarada como una de carácter global, que plantea una grave amenaza para la salud pública.

De hecho, hasta principios del siglo XX, el padecimiento de esta problemática se consideraba producto del descontrol con las comidas y, por lo tanto, total responsabilidad individual. Esta situación se fue modificando a lo largo del tiempo.

La mayoría de los autores la definen como un exceso en la cantidad total de grasa corporal que resulta de una falta de balance entre las calorías ingeridas y las consumidas, es decir se trata de un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas que genera un exceso de energía llamado balance calórico positivo que se deposita en forma de grasa en los tejidos del organismo (C.H.Daza, 2002) (C.L. Ogden, 2007)

Diversos estudios dan cuenta que las personas con obesidad presentan elevados índices de comorbilidad con patologías de índole tanto psicológica como médica. Los estudios hallaron que las personas con sobrepeso y obesidad evidencian una mayor frecuencia de trastornos del estado de ánimo, mayor ansiedad, trastornos de personalidad y de la conducta alimentaria, en comparación con personas de peso promedio (J.I. Baile, 2011) (A. Larrañaga Vidal, 2009) (Montaño, 2007)

A su vez, la obesidad no solo es considerada una enfermedad en sí misma, sino que además es un factor de riesgo para el desarrollo de otras patologías.

Funciones del ejercicio físico

Todas estas patologías antes descritas guardan cierta correlación entre sí, y la solución mediante fármacos generalmente prescriptas por profesionales médicos es solo circunstancial y temporal, teniendo estas un sinfín de efectos secundarios y/o adversos. No pretendemos polemizar al respecto y generar una discusión con la comunidad médica, lejos de ello, sino todo lo contrario, pretendemos congeniar y unificar criterios, proponiendo desde nuestra parte el rol y función de los profesionales del ejercicio físico, y a su vez, seguir brindando evidencias científicas de los beneficios del ejercicio físico, en particular el de fuerza.

El ejercicio físico genera respuestas moleculares y endocrinas desde el tejido muscular (mioquinas), críticas para el óptimo funcionamiento del organismo. Las mismas generan un efecto protector contra enfermedades asociadas a inflamación crónica. 

Es importante entender que el tejido adiposo también genera y libera al torrente sanguíneo una serie de proteínas, llamadas: adipoquinas (citoquinas), de las cuales, algunas tienen un efecto positivo, y otras tienen un efecto negativo dentro del organismo.

Para contextualizar, las citoquinas (mioquinas, adipoquinas, interleuquinas, linfocitos, etc.) son proteínas mensajeras producidas por diferentes tejidos (músculos, tejido adiposo, leucocitos medula ósea, etc.), que regulan las funciones de los mismos tejidos que las producen y sobre otras células. Son responsables de la comunicación intercelular.

Hoy nos interesan particularmente las adipoquinas y mioquinas, sus principales características, como generarlas o atenuarlas y su efecto en la salud. Existe una fuerte relación entre el aumento de las adipoquinas en sangre y patologías (diabetes, canceres, entre otras).

La irisina, una mioquina liberada por el tejido muscular, por ejemplo, actúa sobre la transformación del tejido adiposo blanco al marrón, conociéndose a esté con funciones no solo energéticas, sino también, termogénicas (contribuyen a la mantención de la temperatura corporal), ya que el tejido adiposo blanco, solo cumple funciones energéticas.

El especialista y referente argentino, Profesor Jorge Roig, hace mención a lo escrito anteriormente, e inclusive, hace referencia al control glucémico producto del ejercicio físico y del aumento cuali-cuantitativo del tejido muscular, aumentando las concentraciones de GLUT-4 (principal proteína transportadora de glucosa al interior de la célula muscular para su utilización como sustrato energético), como así también, una mayor capacidad de absorber y utilizar grasas como combustible.

En línea con el especialista argentino, el 40% del peso corporal corresponde, generalmente, al tejido musculo-esquelético, teniendo este un papel preponderante en la utilización de glucosa y triglicéridos. Decimos generalmente porque en algunas situaciones esto no se presenta como tal, siendo menor al 40%. Por otro lado, el mencionado tejido, es el mayor depósito de glucógeno del organismo y con mayor cantidad de receptores de insulina, por ende, crucial para el control de la glucemia y la prevención de diabetes tipo II. Además, la disminución del mismo, llevará inexorablemente a una condición sarco-dinapenica (perdida de tejido muscular y de fuerza muscular), la cual favorecerá a un entorno de desarrollo de enfermedades no transmisibles, antes mencionadas.

Por otro lado, la obesidad y sobrepeso conllevan a un ambiente celular y hormonal antagónico u opuesto para el desarrollo del tejido muscular, denominado resistencia anabólica, inhibiendo la síntesis de proteínas y señalizaciones pertinentes para dicho desarrollo.

El envejecimiento trae aparejado esta resistencia anabólica, que es propia de la edad, producto de la disminución de los mecanismos de síntesis proteica. Se estima que se puede perder alrededor de 1 KG de masa muscular por año, a partir de los 40 años de edad en sujetos que presenten enfermedades no transmisibles (ENT), inclusive sedentarios que no practican ejercicio físico, particularmente de fuerza.

En concomitancia con lo anterior, podemos agregar que 1 KG de masa muscular equivale a un gasto de 100 Kcal diarias, lo cual equivale aproximadamente a un gasto anual de 4.7 KG de tejido adiposo.

Jorge Roig. Septiembre 2017.

El entrenamiento de la fuerza genera un proceso de aumento del tejido muscular en cantidad y calidad que nos permitirá, entre otras cosas, aletargar los procesos de deterioro propios de la edad, como así también, nos beneficiará en el control y reducción del tejido adiposo, glucemia y lipidemia.

Actores y roles en la sociedad

Los profesionales del ejercicio físico (Técnicos Superiores, Profesores de Ed. Física, Licenciados en Actividad Física, etc.) son los encargados de programar, sistematizar y dosificar cargas de entrenamiento, para que el proceso sea lo más efectivo posible. La selección de ejercicios debe ser acorde a la persona destinataria del mismo, debiendo tener en cuenta su contexto, edad, sexo, antecedentes médicos, lesiones previas, patologías, entre otros factores.

Hay que ser muy cauto a la hora de hablar de resultados en un proceso de entrenamiento para el descenso de masa adiposa y control de indicadores de riesgo, el común denominador de los profesionales del ejercicio físico hace referencia a la pérdida de peso expresado en kilogramos en una balanza. Ahora nos referiremos a este último punto.

En un artículo publicado en 2017, el Dr. Roig hace referencia a esta confusión que se genera en nuestro campo. El entrenamiento de la fuerza genera dos cosas, la reducción del peso graso, pero también el aumento de masa muscular. Por lo cual cuando se lleva a la persona a la balanza, resulta que la misma indica que no hay un descenso marcado de su peso corporal. Por supuesto que esto no debe ser un indicador para desmotivarse, sino todo lo contrario, el hecho de no haber diferencia en el peso del sujeto puede estar indicándonos que el mismo ha perdido un kilo de tejido adiposo, y al mismo tiempo desarrollado un kilo de tejido muscular, lo cual es un resultado sumamente positivo.

De aquí se deriva la evidencia de que muchas personas que poseen un ‘’peso ideal’’ en realidad están expuestos a las ENT debido a su bajo porcentaje de masa muscular.

Por lo tanto, a modo de conclusión, destacamos la labor de los profesionales del ejercicio físico que sustentan sus tareas diarias con evidencia científica actualizada, entendiendo que son los agentes indicados a los que deben acudir las personas al iniciar un proceso de entrenamiento. A su vez, alentamos a los profesionales de la medicina a informarse sobre los múltiples beneficios que el entrenamiento de la fuerza tiene sobre el organismo, sobre todo en personas con sobrepeso u obesidad, de modo que las derivaciones e indicaciones que reciban las mismas dejen de ser únicamente la práctica de natación, Pilates y caminata, alentándolos a iniciar un proceso de entrenamiento adaptado a sus necesidades que le permita mejorar su calidad de vida y suprimir los factores de riesgo que estas enfermedades suponen para el organismo.