104 Años de Río Grande: Historias de Amistad, Nieve y Memoria Viva

En el marco del 104º aniversario de Río Grande, las voces de tres mujeres nacidas y criadas en la ciudad —Ana María Marín, Susana Soto y Cristina Barrientos— se alzaron para regalar un viaje entrañable al pasado. Amigas desde la infancia, con más de 60 años de amistad, compartieron con emoción anécdotas, recuerdos de una ciudad que crecía entre el viento, el barro, las casas de madera y la calidez de su gente.
La niñez entre trineos y canillas en las esquinas
“Para nosotros todo era juego”, cuenta Cristina. Las calles sin asfalto, el agua que se buscaba en baldes desde las canillas comunitarias, la calefacción a leña, los trineos hechos con cajones de manzana o tapitas de cruz, las competencias de bajadas en hielo… eran parte del día a día. En invierno, los vecinos encendían fuegos en las esquinas para descongelar las canillas. “Nos divertíamos viendo a nuestras mamás patinar sin querer con los baldes llenos”, rememoran entre risas.
Escuela bajo viento, nieve y barro
“Íbamos al María Auxiliadora caminando 10 cuadras, con frío, lluvia, viento… nunca se suspendían las clases”, relatan. Las hermanas del colegio exigían cambiarse el calzado al ingresar, y los niños llevaban sus zapatos limpios en bolsitas. En la ciudad solo estaban las escuelas II, Don Bosco y María Auxiliadora.
La vida en comunidad y la solidaridad de antaño
Las mujeres relataron cómo sus familias vivían en casas de madera trasladadas con trineas, y cómo se ganaba terreno al barro. “No teníamos gas ni agua corriente. Pero nunca faltó qué comer. Si un vecino no tenía, se compartía”, recordaron. Criaban gallinas y chanchos, cultivaban quintas, vendían huevos, cocinaban todo en casa. “Comíamos sano. Maicena con leche, arroz con leche, vitina… La fruta era un lujo que llegaba en barco cada veinte días”.
La adolescencia entre carnavales, bailes y helados caseros
Ya adolescentes, iban a bailar a la esquina de Belgrano y La Serra. “Nuestros padres tocaban el acordeón y nosotros dormíamos en sillas mientras bailaban”, cuentan entre risas. Los 15 se celebraban con “asaltos” —reuniones en casas de amigos— y las salidas eran al cine Roca o a Barbarella. Las escapadas del colegio también eran parte de la época, aunque los profesores llamaban a los padres en lugar de amonestar.
Testimonios que construyen identidad
Sus relatos evocan un Río Grande que ya no está, pero que vive en la memoria de sus habitantes. Calles como Moyano, Bilbao o Rosales; personajes como Don Guerrero o Nano; instituciones como la biblioteca Smith, los cines, las escuelas y la radio RA24. También recordaron momentos históricos como el movimiento sísmico del ’71 o la llegada de empresas petroleras como Tennessee y YPF, que emplearon a muchos de sus padres.
Una ciudad construida con esfuerzo y amor
“Nuestros padres eran buscavidas. Trabajaban de lo que se presentaba, venían del norte con sus sueños. Nos enseñaron el valor del esfuerzo, la solidaridad y el respeto”, expresaron con orgullo.
A través de sus voces, Río Grande revive no solo 104 años de historia, sino también una identidad que se forjó con nieve, trineos, manos laboriosas y corazones abiertos.
() Aire Libre FM 96.3: