La solitaria vida de la única mujer que custodia el último rincón de Tierra del Fuego

BAHÍA BUEN SUCESO (Tierra del Fuego).- “Ser la única mujer y haber estado sola 45 días con cuatro compañeros en este lugar aislado es una experiencia que te hace más fuerte”, dice la cabo segundo y maquinista Cintia Navarro (22) con las manos engrasadas frente al ruidoso generador que permite tener electricidad y por lo tanto vivir en el inhóspito puesto de control y vigilancia marítima que la Armada tiene en la Bahía Buen Suceso, en el extremo oriental de la Península Mitre, en la isla de Tierra del Fuego. En pocas horas terminará su primera estadía. “Fue una prueba difícil, pero la superé”, afirma.

Cada dotación permanece entre 45 y 50 días aislada frente al Estrecho de Le Maire, con temperaturas que descienden varios grados bajo cero, tormentas de nieve, vientos antárticos de 100 km/h y un entorno natural hostil. “Por mi cargo, tengo que estar muchas veces afuera, trato de cuidarme y no enfermarme”, comenta. La única vía de comunicación que tienen con la Base Naval de Ushuaia es por radio. Si les llega a suceder una emergencia, la ayuda viene por mar o por aire.

Sus relevos llegarán sólo si el clima lo permite. “Dependemos del viento, él dirá si nos vamos”, agrega Cintia, que comparte la estadía con Oscar Ledesma, Jorge Fontanella, Jonathan Orellana y Nicolás Figueroa Ledezma. Un barco de la Armada hace el recambio de personal y baja los víveres para que una nueva dotación viva el mismo período de tiempo.

Militares trasladan el combustible
Militares trasladan el combustible Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Filipuzzi

“Al estar sola durante tanto tiempo, esta experiencia hace que te superes”, resume Cintia. La Bahía Buen Suceso es un remanso en medio de la tempestad. Una playa escarpada de menos de 2000 metros de largo, con arena fina glaciar que se abre frente al peligroso estrecho y sus traicioneras aguas. Allí fondean los barcos que tienen que esperar la condición climática ideal para poder cruzarlo. El puesto apenas se ve. Una bandera argentina destrozada por el viento lo anuncia. “Estamos muy solos, pero soy de las que tratan de ver el lado positivo a todo, es un paisaje hermoso”, comenta Cintia. Una compacta cadena de montañas, los Montes Negros, rodean las pequeñas casas. Su padre fue convocado para la guerra de Malvinas. El destino la puso muy cerca de ellas. Tiene ocho hermanos, que viven en Tucumán, y ella es la única militar.

Cartel gastado

“Bienvenidos al Puesto de Vigilancia y Control de Tráfico Marítimo Bahía Buen Suceso, se lee en un portal de madera gastado. Un conjunto de tres casas antárticas semicirculares, pintadas de rojo, dos antenas y algunas parabólicas configuran el lugar en donde vive Cintia. La casa principal tiene un ambiente donde está la cocina y el freezer con la más preciada provisión: los cortes de carne. Hay una mesa que usan para comer con una pequeña ventana que muestra el espeso bosque y la nieve, un modesto sofá frente a un televisor (hay señal satelital inestable), y una pila de dvds y libros. “En los ratos libros me gusta leer a Poe y García Márquez”, afirma. El ambiente siente los efectos de estar entre la arena, nieve y el barro. “La limpieza la hacemos entre todos”, comenta Cintia. La austeridad se complementa con el entorno: mar, soledad y bosque.

Un pasillo distribuye las piezas: una para los cuatro hombres, otra para ella. Hay un único baño y una pequeña habitación que es usada como depósito de verduras, frutas, arroz, harina y levadura. Allí también está el termotanque. En cada ambiente hay una estufa de tiro balanceado. Cada vez que llega el barco de la Armada con los relevos y las provisiones, se recambian los tubos de gas, que pesan 45 kilos. “Por mes usamos alrededor de 11, pero tenemos cinco más por si debemos quedarnos más tiempo”, afirma. “A veces te sentís sola, siendo la única mujer. Es un esfuerzo muy grande para mí y mi familia”, reflexiona Cintia. Hace apenas dos años que salió de la Escuela Naval. Cuando llegue el relevo (deben primero informarse las novedades y el traspaso del mando) tendrá 15 días de licencia en los que viajará a Tucumán, y luego volverá a Ushuaia, su lugar de residencia en estos años, hasta que le toque regresar a Buen Suceso en un próximo turno. “Tengo un novio, planea venir para el sur”, agrega.

Una hermosa puesta del sol en Bahía Buen Suceso
Una hermosa puesta del sol en Bahía Buen Suceso Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Filipuzzi

La dinámica de la vida en el puesto es comunitaria, aunque el trabajo de Cintia es crucial: es la responsable de que exista electricidad en un lugar hostil para la vida humana. El control de averías también está a su cargo. “Enciendo el generador a las siete de la tarde y lo apago las dos de la mañana”, explica. “No me gusta mucho el frío”, reconoce al mencionar la actividad más sacrificada de su misión, en la puerta del mundo antártico. “Los últimos días tuvimos cinco grados bajo cero, con mucha nieve”, sostiene. “Pero también cuando salgo sola de noche y no hay nubes, veo el cielo estrellado más lindo del mundo”, menciona. Por día el generador consume 40 litros de gas oil. Si llega a fallar, tienen uno naftero de repuesto. Los barriles de combustible también los bajan en los relevos. La aparición del barco de la Armada es muy esperada.

Comunicación

La comunicación con su familia la hace a través de la radio. Por un problema técnico en una de las antenas, el servicio de internet está cortado. La incomunicación se siente. Ninguna prestadora de celular ofrece cobertura aquí. Sólo existirían cinco clientes. “La Base nos avisa cualquier novedad”, asegura. La radio es uno de los elementos más usados. Por medio de ella se comunican con todos los barcos que cruzan el Estrecho de Le Maire. Aquí se tiene un control de quien sale y entra por esa vía. Hasta que se inauguró el Canal de Panamá, tenía mucho tráfico. Hoy es usado por grandes petroleros y barcos comerciales (entre ellos cruceros) y veleros que buscan la entrada al océano Pacífico, bordeando el continente a través del Cabo de Hornos.

Las historias y leyendas abundan en Bahía Buen Suceso. Fue descubierta por una expedición española al mando de los hermanos Nodal, en 1619. Pero recién se ubicó con precisión en las cartas náuticas cuando el marino británico James Cook fondeó con su nave Endeavour, en 1769. Cook tomó contacto con los haush, el pueblo originario que habitaba esta costa. Dos tripulantes que habían salido a buscar muestras botánicas murieron de frío al tener que pasar la noche a la intemperie por una tormenta. La fiebre del oro atrajo a aventureros que soñaban con hallar el metal en los arroyos y ríos cristalinos. Julio Popper, un rumano que hizo fortuna en Tierra del Fuego, bautizó la Península -donde está la Bahía Buen Suceso- como Mitre, en honor al presidente. Recién en 1887 nuestro país tuvo presencia allí.

Las condiciones climáticas son muy adversas
Las condiciones climáticas son muy adversas Fuente: LA NACION

Ese año se levantó la subprefectura de la Armada. Durante tres años estuvo el Prefecto Luis Fique, junto a su esposa y cuatro marineros. Fue el último que trató con los haush. Durante su estadía, un cacique amenazó con secuestrar a su mujer. En algún momento se pensó fundar un pueblo, pero la hostilidad del clima y del lugar lo impidió. Entonces se optó por trasladar la subprefectura dentro del Canal Beagle, hasta donde hoy está Ushuaia. Bahía Buen Suceso quedó en el olvido.

Cada uno usa a su manera el tiempo libre en el puesto. “En 45 días llegás a conocer a una persona, hemos formado un lindo grupo”, afirma Cintia. Antes de venir, no conocía a sus compañeros. “Jugamos al futbol con unos corales que trae el mar. Yo juego de 7 y soy de River”, completa.

Cuando no nieva, se turnan para cortar el pasto. Usan unos huesos de ballena como adornos. Los cachiyuyos, algas carnosas que llegan a medir hasta tres metros de largo, y son comestibles, se enredan en la costa. Almuerzan a las dos de la tarde, y cenan a las 22. “Mi especialidad son las bombas de papa y las empanadas”, afirma la joven.

La llegada de las provisiones
La llegada de las provisiones Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Filipuzzi

Tienen la orden de no alejarse mucho del puesto.El mito de Buen Suceso cuenta que en el bosque vive un escritor, un ermitaño, que muy pocas veces se deja ver. La mayor parte del tiempo, deben dominar el efecto que produce la soledad absoluta con el ánimo. Frente a ellos, la Isla de los Estados, presagia el fin de cordillera de los Andes. “Ser mujer y estar acá, es algo que me llena de orgullo, me siento útil”, concluye Cintia.